Emocionalmente abrumado - Navegando por los sentimientos en el viaje de la maternidad
Algunas madres se sienten inadecuadas, cansadas o incluso culpables. La verdad es que la maternidad es hermosa, pero también increíblemente exigente. Ya sea cuidando a un recién nacido, educando a tus hijos en casa o gestionando una interminable lista de tareas pendientes mientras tu hijo pequeño se aferra a tu pierna, el peso emocional puede resultar abrumador. Estás constantemente dando, a menudo sin descanso, y ese tipo de amor desinteresado puede dejarte agotada.
Hay momentos en los que puede que te preguntes en voz baja: "¿Lo estoy haciendo bien?". Puede que te compares con otras madres que parecen más organizadas, más pacientes o más arregladas, especialmente en las redes sociales. Estas comparaciones pueden erosionar lentamente tu confianza, haciéndote preguntar si eres suficiente para tus hijos, tu cónyuge o incluso para ti misma. Pero escucha esto, mamá: estás haciendo un trabajo sagrado e irremplazable, incluso en tus días de desorden.
Puede que te sorprendas a ti misma recordando cómo era tu vida antes de ser madre. Puede que entonces pareciera más sencilla: menos responsabilidades, más horas de sueño, más tiempo para ti misma. O quizá sientas que la maternidad te ha atrapado en un torbellino de cambios, sobre todo después de cambios globales como la pandemia. No te equivocas si echas de menos tu "antiguo yo" o deseas un descanso. No significa que quieras menos a tus hijos; significa que eres humana.
En tus momentos de tranquilidad, puede que incluso te preguntes cuál es tu propósito. Cuando los días se vuelven repetitivos o solitarios, puede que te preguntes si alguien ve todo el esfuerzo que dedicas. Pero Dios lo ve. Él lo honra. Cada pañal cambiado, cada comida preparada, cada lágrima enjugada - todo importa. Tu valor no se define por lo mucho que haces o por lo bien que se portan tus hijos. Tu identidad está arraigada en Cristo, no en tu productividad.
No estás solo y, desde luego, no estás loco. Los pensamientos con los que luchas -miedo, culpa, tristeza o incluso resentimiento- son más comunes de lo que crees. La maternidad desentierra todo tipo de emociones, y eso no te hace débil. Te hace honesta. Significa que estás plenamente presente en una de las funciones más exigentes y significativas de la vida.
Estos sentimientos son muy reales y completamente normales. Puedes sentirte abrumado en un momento y profundamente agradecido al siguiente. Puede que llores mientras doblas la colada y te rías cinco minutos después cuando tu hijo dice algo gracioso. Ese vaivén emocional no es señal de que te pase algo malo. Es señal de que eres humana. La maternidad real no consiste en sentirse perfecta, sino en mostrarse a través de las imperfecciones.
Como madres, todos los días vivimos una montaña rusa de emociones. Desde el momento en que nos despertamos hasta el último control nocturno, estamos constantemente dando: emocional, mental, espiritual y físicamente. Ese tipo de entrega diaria puede hacernos vulnerables a los altibajos emocionales. Sin embargo, incluso en los días difíciles, hay belleza en el camino. Estas emociones nos recuerdan que nos importan mucho.
Pero la verdad es que podemos elegir qué pensamientos y sentimientos arraigan en nuestro corazón. No podemos controlar todas las emociones que afloran, pero podemos decidir cuáles regaremos y alimentaremos. ¿Vamos a insistir en la mentira que dice que no somos suficientes, o vamos a decir la verdad sobre nosotros mismos: que estamos equipados, somos amados y elegidos para este papel?
Así que la próxima vez que se cuele un pensamiento negativo, haz una pausa y respira. Pregúntate a ti mismo: ¿Es útil este pensamiento? ¿Es cierto? Luego sustitúyelo por algo que te dé vida. No tienes que ser perfecta, sólo estar presente. Recuerda, mamá, que Dios está contigo en cada sentimiento, en cada elección y en cada momento. Y lo estás haciendo mejor de lo que crees.
Querida mamá,
Las emociones son parte natural del ser humano, incluso las más duras. ¿Y la buena noticia? Las emociones son temporales. No te sentirás así para siempre. Algunos días te sentirás lleno de alegría y propósito. Otros, puede que sientas que el peso del mundo te oprime. Eso no significa que estés roto, sólo significa que eres real.
A lo largo de los años, he aprendido que muchas madres ocultan su tristeza o agobio por miedo a ser juzgadas. Se supone que "lo tenemos todo controlado", ¿verdad? Pero esa presión por ser la madre perfecta puede ser asfixiante, sobre todo cuando nadie ve la carga mental que soportas.
El primer paso hacia la salud emocional y espiritual es éste: aceptar todas las emociones como parte del diseño que Dios nos ha dado. Y una gran manera de hacerlo es nombrándolas honestamente.
Te contaré una historia.
Conoce a Anna: una ama de casa como tú
Anna dejó su trabajo para quedarse en casa con sus dos pequeños. Durante un tiempo, todo parecía ir bien, hasta que los días empezaron a confundirse. Se sentía cansada, desatendida y constantemente preocupada por si estaba haciendo lo suficiente. Miraba Instagram y veía a otras madres que parecían más felices, más delgadas y más organizadas. Empezó a creerse la mentira: "Quizá no estoy hecha para esto".
Su ansiedad iba en aumento. Empezó a gritar a su marido, a refugiarse en el teléfono y a evitar las conversaciones. La alegría de estar en casa empezó a desaparecer.
Pero algo cambió.
Anna decidió desconectarse de las redes sociales durante un tiempo. Reemplazó ese tiempo con caminatas matutinas, diarios y conversaciones intencionales con su esposo. Comenzó a invitar a Dios a sus emociones y a dejar que Él le enseñara a través de la incomodidad.
Mamá, puede que no te gusten emociones como el estrés o la tristeza, ¿a quién le gustan? Pero pueden ser poderosos maestros. Las emociones pueden revelar lo que necesita atención en tu corazón. Tal vez te muestren la necesidad de descansar, la importancia de tener límites sanos o la bendición de tener amistades que te nutran de verdad.
He aquí un sencillo cambio de mentalidad:
En lugar de decir "soy una madre terrible", intenta decir "hoy me siento como una madre terrible".
Hay una gran diferencia. Los sentimientos son reales, pero no son hechos, y no definen tu valía.
La Biblia nos recuerda que no nos regimos por nuestras emociones:
"Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio". - Gálatas 5:22-23
Tú no eres tus emociones. Que te sientas abrumado, ansioso o incluso enfadado no significa que seas eso. Las emociones son mensajeros temporales, no identidades permanentes. Tus sentimientos pueden cambiar cada hora, pero tu valor permanece constante. Tú eres una hija amada de DiosEres una hija amada de Dios, vista y apreciada allí donde estás.
Estás creciendo. Estás aprendiendo. Cada día duro te está convirtiendo en una mujer más fuerte, más sabia y más compasiva. Puede que no siempre aciertes -ninguna de nosotras lo hace-, pero sigues adelante. Sigues adelante. Eso importa más de lo que crees. Y sí, mamá, lo estás haciendo mejor de lo que crees. Dios ve el esfuerzo que nadie más aplaude.
Esta época de la maternidad puede ser agotadora, sin duda. Pero, ¿y si la vieras como algo más que una mera supervivencia? ¿Y si también fuera un campo de entrenamiento sagrado, un lugar donde te estás refinando, donde tu paciencia se profundiza, tu gracia se expande y tu fortaleza emocional se construye día a día? No es sólo una fase que "hay que superar". Es un lugar de crecimiento y transformación.
Así que sé amable contigo mismo. No dejes que los platos sucios o el pelo sin lavar definan tu día. Respira hondo. Si puedes, sal a la calle. Deja que tu corazón se calme, aunque sólo sea por unos minutos. En esos momentos de quietud, deja que Dios te encuentre justo donde estás, no donde desearías estar. Él no está esperando una versión perfecta de ti. Él está caminando contigo ahora.
No eres sólo una "madre emocional". Eres una mujer valiente, capaz y profundamente amada, elegida por Dios para tu familia. Eres una criadora, una protectora, una maestra y un lugar seguro para tus hijos. Y a través de cada altibajo, Dios te sostiene cerca y escribe una hermosa historia a través de tu maternidad.
Cuídate♥
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